martes, 9 de noviembre de 2010

TRIOPS CANCRIFORMIS

LUNES 13 DE SEPTIEMBRE DE 2010

TRIOPS CANGRIFORMIS


UN “BICHICO” DE LAS ALCUBLAS


Desde muy pequeño he sentido admiración por esa serie de especies de nuestro planeta que mostraban semejanza con algunos de aquellos seres enormes o terribles del Jurásico, ya desaparecidos: el elefante por su tamaño; el cocodrilo por su aspecto y fiereza; y el rinoceronte, especialmente el indio, con esa gruesa piel arrugada que le da un aspecto de auténtica coraza, similar a aquellos grandes herbívoros.
Para mí, era la única ventana que me mostraba esa época, dominada por espectaculares seres.  Pero el cine, desde sus primeros balbuceos, intentó mostrarnos algunos de aquellos terribles seres.  Sus técnica fue tan básica que mas bien nos daba risa. Solo lo consiguieron con la apareció de la tecnología digital,  que apoyada por los actuales conocimientos, han conseguido resultados extraordinariamente sorprendentes, muy reales, inaugurado con esa película sorprendente de  Spieberg “Parque Jurásico”; desde  ese momento si que impresionan.
Pero estos seres, que realmente no son tan antiguos, se quedan “en pañales”  por su edad, al compararlos con uno de los animales que hace poco pude observar en Alcublas, vivito y coleando. ¡Quien lo podía pensar!


El Triops cancriformis es un crustáceo braquiópodo perteneciente al orden de los nostráceos, que dejó de evolucionar desde el Triásico, hace 220 millones de años; ¡que se dice pronto!
Este “bichico”, ha encontrado su estado perfecto para el lugar donde reside y por ello , desde entonces, no ha necesitado sufrir variaciones en ningún momento para seguir en esa loca carrera de la perpetuación de la especie, en la que todos los seres de nuestro Planeta participamos; la razón básica de la vida. Muchos seres no se adaptaron correctamente, o quizá, no lo consiguieron a tiempo, y desaparecieron.
Como dijo Charles Darwin: Las especies evolucionan adaptándose al medio que cambia lentamente (De su revolucionaria publicación “ Origen de las Especies”)
Este primitivo espécimen retiene unas características que no ha necesitado modificar para su supervivencia, siendo hoy día similar a los fósiles de sus parientes encontrados en el Triásico.
Forma parte de ese pequeño grupo de plantas y animales “primitivos”: como el árbol del Ginkgo, Alguna especie de tiburón, La Zarigüeyas, o el Nautilus; un pariente de ese fósil tan común en la Serranía, el Amonites. Todos estas especies se encuentran fielmente representadas, sin cambio alguno, en fósiles que nos garantizan su longeva presencia.
Esto nos puede sugerir una pregunta muy interesante, que bien merecería una contestación por algún biólogo interesado e informado.
   ¿Es más perfecto el “avanzado”, que ha evolucionado enormemente desde sus orígenes?
    O…  ¿Acaso lo es más el “primitivo”, que no ha requerido ninguna evolución, por ahora, para conseguir perpetuar su especie hasta nuestros días?
                                                              *****************
   Fijémonos en lo interesante de este animalito que vive en algunas charcas de lluvia.
   Este Crustáceo, tiene una vida muy corta, de un máximo de 90 días. En ese tiempo, devora todo lo que se le pone por delante más pequeño que el: materia orgánica, pequeños invertebrados y si se le pone a tiro algún renacuajo que otro.
   En esos días, consigue alcanzar los 10 cm de largo y pone gran número de huevos, que quedan enterrados en el fondo de la charca donde habita.
   Llega la sequía; desaparece el agua; se forma barro y más tarde se convierte en tierra por la erosión; hielos del invierno; y de esta forma un año, dos, tres…….diez; vuelven las lluvias; se llena la charca; llega las altas temperaturas y …..
   ¡Milagro! Comienzan ha eclosionar los huevos y a reproducirse nuevamente.
   Pero no queda aquí su periplo.
   ¿Cómo se expande a otras charcas? – Me preguntareis.
   Pues…. con las corrientes de agua, pero más eficazmente volando.
   Si, volando.
    Un ave que llega a la charca para beber o bañarse, se le impregnan las patas de barro que contiene alguno de esos heroicos huevecillos, y ………. surge nuevamente la vida en otro lugar de condiciones similares; el milagro de la vida.

Manolo Ambou Terradez

OTRA AVE CORALINA, OTRA JOYA DE NUESTRA FAUNA por Manuel Ambou Terradez

MIÉRCOLES 27 DE OCTUBRE DE 2010

OTRA AVE CORALINA, OTRA JOYA DE NUESTRA FAUNA por Manuel Ambou Terradez

OTRA AVE CORALINA, OTRA JOYA DE NUESTRA FAUNA




Aquel día, me encontraba sentado junto a la ribera del río Turia, en Los Serranos, gozando, por unas horas, de la soledad humana.
Momentos de paz que me hacían disfrutar enormemente de la naturaleza; y los necesitaba.
Era Febrero.
Escondido entre la disminuida vegetación, escuchaba el rumor del agua.
Disfrutaba de la variedad de especies, que de una forma u otra, se mostraban ante mí con su presencia o con solo sus reclamos.
Daba la impresión que me encontraba ante un escenario.
Solo debía seguir quieto, evitando delatar mi presencia, para que aquellos personajes tímidos y, con razón, desconfiados, mostraran su papel en ese guión de “La Vida”. ¡¡¡Hacía frío!!!
Un sinfín de especies invernantes se subían al escenario junto a otras residentes.
Unas aves acudían en pequeños bandos para beber o asearse con sus trepidantes baños; otras perseguían insectos escondidos aún del invierno, en las grietas y protuberancias de las cortezas de los árboles; entre las hojas de las cañas; o en los orificios de las rocas semicubiertas por la vegetación de la ribera.
Un pequeño roedor se dirigía hacia mí, silencioso, nadando por la superficie como lo hacen los castores. Transportaba ramitas y dejaba una estela en “V” en el remanso. Al descubrirme se sumergió con un rápido golpe de riñón.
El viento era muy suave y me permitía escuchar muchos de los sonidos que se producían a mí alrededor.
Pero algo se estaba acercando desde lejos lanzando un reclamo corto, penetrante y pausado, que aumentaba por momentos. Una pequeña ave, brillante, de azul turquesa, pasó ante mí a gran velocidad, como una flecha, en un vuelo rectilíneo, para perderse río arriba, como si hubiera sido un sueño.
Era la primera vez que veía al natural esa auténtica joya. No me fue difícil reconocerla en la guía de aves, a pesar de la brevedad de mi visión. Pocas especies en la fauna europea disponen de esta particular librea. Se trataba del Martín pescador.
Completamente quieto, tenía la esperanza de volverlo a avistar, ahora muy atento para apreciar algo más en esa fugaz visión.





Pero algunos minutos después y sin emitir ningún sonido, llegaba hacia mí, con un vuelo rasante sobre el agua. De golpe, como si hubiera encontrado un obstáculo, se elevó un par de metros, casi verticalmente y se quedó cerniéndose como un colibrí, apuntando con el pico hacia el agua.

Solo estuvo un par de segundos y como una saeta cayo sobre el agua, desapareciendo un brevísimo instante y acto seguido, salió con algo brillante en el pico.

Ahora, algo más pesadamente, se posó sobre una rama seca y comenzó a dar golpes a su presa sobre ella. Se trataba de una madrilla. Con un rápido movimiento volteó su presa en el aire y lo instaló en su pico con la cabeza hacia delante.

Solo estuvo en esta posición unos pocos segundos y luego voló río a bajo, lanzando su clásico reclamo y desapareció.
Tardé algunos minutos en recuperarme de aquella visión; de mi suerte al poder ver en directo ésa joya de la naturaleza: el Martín pescador.






Manuel Ambou Terradez