jueves, 15 de septiembre de 2011


Setas en junio, gallipatos al agua



Para ti, las hierbas que quedan en los lindes de los campos, las que se han salvado del tractor que acaba de labrar, sólo son hierbas, hasta algo molestas, porque dificultan el paso, pero vas con Miguel 'Garbelles', que conoce cada planta y para qué es buena, y va recogiendo muestras, porque no se resiste a dejarlas atrás. Cruzamos por unas trochas de la parte baja de Alcublas, en busca de unos cerezos de Miguel, repletos de frutos rojos en plena sazón. 

En el bancal también tiene manzanas y nos cuenta que pronto cojera las 'Sanjuaneras', y que las guardará, como las que les sigan, poniéndolas boca a bajo, de una en una, y en capas cubiertas con papel de periódico, y que así le aguantan perfectas hasta febrero o marzo que viene, «mucho mejor que en nevera y sin hacer gasto».
Entre los almendros examina sus últimos injertos, de 'canuto', explica, y para que lo acabemos de entender, saca la navaja, se pone frente a una rama y exhibe una lección práctica. Consiste en sacar una porción de la piel de una ramilla en toda su circunferencia, de forma que queda, ciertamente, un pequeño cilindro, un canutillo. Se lo pone en la boca mientras coge una ramilla en la que hace la misma operación, o sea, le saca un canuto que desecha y en su lugar pone el otro y lo aprieta; así queda asegurado sin necesidad de atarlo, «y a las pocas semanas ya brota, no falla».
Son faenas del mes de junio, cuando el árbol está pleno de savia, pero este hombre sabio de los montes y campos de Alcublas ya se dio un largo paseo de buena mañana. Lo hace cada día que puede, conforme le deja el servicio en las brigadas forestales. Se hace diez o doce kilómetros desde el pueblo y vuelta a casa, con la 'cosecha' de la jornada. Y para sorpresa de muchos, en la cesta aún ha cogido unas setas. 
Pero ¿cómo es eso, en pleno junio? Y él aún se sorprende más por la extrañeza, porque exclama: «En junio es raro, sí, pero no por lo tarde, más normal es cogerlas en julio; esto depende de las lluvias de primavera, y todavía cogí anteayer rovellones». Claro, pero para los urbanitas las setas son más bien de otoño, cuando abundan por todas partes. Miguel, como algunos más del pueblo, conoce dónde encontrarlas ahora. Los cultivos recién abandonados son pequeños paraísos, porque en esos bancales que vienen de muchas décadas de labrarse y abonarse, con las lluvias estalla la vegetación espontánea, y entonces hay unos años de profusión de hierbas, setas y 'bolets', pero hay que dominar el terreno.
Miguel Giménez Cerverón domina el territorio de su pueblo y de muchas zonas de la Serranía y Camp de Turia porque esta es su vida desde siempre y es un ecólogo por naturaleza. Sabe por dónde va una vía romana, cerca de la masía de Cucalón, porque él mismo descubrió tramos y se preocupó de buscar a gente que supiera más para que lo acreditara. Como sabe dónde habrá setas de cardo dentro de unos años, porque cuando ve un cardo lo señala y después busca el lugar, cuando deduce que ya será tiempo de cobrar el trofeo.
De la recolección de hierbas de la mañana va detallando lo que reúne la cesta: Te de roca, el único sin cafeína ni teína; Llantén menor, para cicatrizar heridas; Manrrubio, contra el dolor de muelas y, esparcido en verde en corrales, para espantar pulgas; Balsamina, para los ojos (de ella se obtienen colirios); Corrigia, para lavar heridas y repelente de moscas; Siempreviva, que huele a regaliz y es expectorante; Manzanilla, para los ojos y para infusiones; Malva, contra el reúma, y cuyas flores son dulces «y las chupábamos cuando trillábamos en la era»...

Miguel 'Garbelles' cuenta que el apodo le viene de familia. Sus abuelos «vinieron de Torás a trillar y se quedaron en Alcublas». Y él mismo, de jovenzuelo, «ya iba a segar a mano, a principios de los años setenta, cuando el jornal eran 100 pesetas y a mí me daban 75 porque no tenía 18 años». Eran todavía tiempos duros, «porque segando, cuando pillábamos unos 'llicsons' tiernos, los guardábamos (ríe), y así a la hora de comer, con el pan, el tocino y alguna sardinica, comíamos también algo de ensalada».
De la gran actividad que despliega este hombre destaca también la preparación de múltiples perfumes, repelentes e insecticidas naturales que usa él y regala a vecinos y amigos. 

Y además controla en las balsas y charcas locales la población de gallipatos y triops, dos especies en peligro de extinción. 

El gallipato es un raro anfibio con larga cola y cabeza parecida a la rana. Es difícil de encontrar porque de día se esconde en el agua o entre las piedras y sale de noche a capturar mosquitos. El triops es un pequeño crustáceo, como un cangrejillo. Para que no se acaben, Miguel coge barrillo o polvo de las charcas que se secan, donde sabe que hay huevos, y los esparce en otros lugares que sabe que se encharcarán cuando llueva, y así asegura que ni los gamberros acabarán capturando o matando todos los ejemplares. Algunos amigos colaboran en esta labor de control y luego se lo enseñan a chavales y mayores que quieren aprender.

No hay comentarios:

Publicar un comentario